El sonido de un corneta solitario tocando el Último Post se ha convertido en uno de los sonidos más distintivos del mundo. Misterioso y evocador, existe más allá de todas las barreras habituales de nación, religión, raza y clase, cargado con la memoria de generaciones de caídos, escribe Bill McStay.
Cuando el famoso reloj de Londres Big Ben se apagó a las 11 de la mañana del 11 de noviembre de 1918, señalando que la Gran Guerra había terminado oficialmente, el mundo respiró aliviado. Porque «esta guerra para poner fin a las guerras» había causado enormes pérdidas de vidas y devastación en toda Europa durante sus cuatro años.
Así que, cuando el rey Jorge V de Gran Bretaña sugirió más tarde que un acto público de recuerdo, incluyendo dos minutos de silencio, para todos los que habían muerto en el conflicto, se celebrara anualmente a la misma hora y fecha, comenzando en noviembre de 1919, hubo una rápida respuesta positiva.
Mucho antes de las once del día, enormes multitudes comenzaron a reunirse en el Cenotaph memorial en Londres, y en monumentos conmemorativos en todo el país. El breve silencio en Londres llegó a su fin con el sonido de una llamada de corneta militar, el Último Post, la melodía que antes componía un corneta llamado Arthur Lane.
La ceremonia simple, hecha conmovedora para muchos por las inquietantes cepas de la corneta, se desarrollaría con el tiempo en muchos países como un saludo formal a aquellos que habían muerto por su país. Su popularidad fue ayudada por su asociación en la mente de la gente con la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, y sus versos «Porque sonará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles.»
El Último Mensaje, que en realidad era una señal del Ejército británico en los campamentos militares que marcaban el final de la actividad del día, era seguido cada mañana por el toque de corneta (informalmente conocido como ‘the wake up call’).
Gradualmente a lo largo del siglo XIX, el Último Puesto se hizo común en los funerales militares, después de las oraciones. Hubo un desarrollo similar en otros países, donde el saludo tenía nombres diferentes. Así, en Alemania era conocido como ‘Ich hatte einen Kameraden’, mientras que en América, donde el saludo se llama GRIFOS, fue tocado por primera vez por ambos ejércitos en la Guerra Civil de 1860-5.
Una ley de los Estados Unidos de 1891 requiere el sonido de grifos en el funeral de cada veterano de servicio militar. Hasta el día de hoy, también se suena a diario al atardecer en el Cementerio Militar Nacional de Arlington en Washington.
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