Devocional
MARCOS DEVER
El Redentor es Jesucristo, el Hijo eterno de Dios. El Hijo eterno de Dios se hizo hombre y vivió una vida humana real como la nuestra. Durante un poco más de treinta años en el siglo I d. C., vivió como tú y como yo; la única diferencia es que siempre confió en Dios. Confiaba en él por completo. Así que si piensas en maneras de ayer y anteayer en las que debías haber confiado en Dios y no lo hiciste, en esos mismos tiempos Jesús obedeció a Dios. Confiaba en que lo que Dios sabía era mejor, que debía seguir la voluntad de su Padre.
Cuando miro hacia atrás en mi propia vida, sé que no he vivido así. Pero el Redentor, Jesucristo. Se le llama el Redentor porque «redime» a su pueblo. Restablece nuestro valor.
Cuando canjeas algo en una tienda, lo entregas y obtienes algo de dinero por él. Cuando era niño, teníamos sellos de redención. Guardábamos nuestros sellos y luego los entregábamos para conseguir otra cosa. Bueno, Jesús es lo que establece nuestro valor. Restablece nuestro valor. Él da su propia vida en la cruz por todos los que se arrepienten de sus pecados y confían en él. Él es nuestro Redentor. Él nos ha valorado, aunque hemos desechado nuestras propias vidas al no confiar en nuestro Padre celestial, al no obedecerle y al no temerle. En realidad vino y dio su propia vida en nuestro lugar. Vivió una vida de confianza, y murió una muerte que no tuvo que morir, pero lo hizo debido a su amor por nosotros. Se entregó por completo por nosotros para poder, como dice la Biblia, ser nuestro Redentor, el que nos rescata.
La imagen de la redención en el Antiguo Testamento es una de Dios rescatando a su pueblo de Egipto, sacándolo de la esclavitud, de la esclavitud literal. En el Nuevo Testamento, Jesús el Redentor nos rescata de nuestro estado natural de esclavitud al pecado, de servirnos a nosotros mismos de maneras destructivas. Pero Dios en su gran amor envió a su Hijo unigénito, que vivió una vida perfecta, murió en la cruz, y luego resucitó de entre los muertos para llevarnos a él, para redimirnos. A eso nos referimos cuando decimos que Jesucristo es nuestro Redentor.